lunes, 5 de septiembre de 2011

Here Today, Gone Tomorrow

El día que sentí que la fuerza se me iba, descubrí que escribir seguía siendo/ volvía a ser un perfecto salvavidas, con mascarilla de oxígeno incluída (y el sabio recordatorio de que "si usted no puede respirar no puede pensar en salvar a otros").

Ahora ya no me gano la vida escribiendo, pero escribir sigue dándole ganas a mi vida. Y supongo que por eso estoy aquí de nuevo, tornando las cabras en algo más personal de lo que nunca ha sido, sin (como nunca) garantías de continuidad, sin (como siempre) esperanzas de feedback.

¿Han sentido alguna vez el morbo de desnudarse frente a una ventana, con las cortinas descorridas, sin preocuparse de si hay alguien al otro lado, sin poder saber si hay alguien al otro lado? Apoyen la rodilla en la silla y deslicen la media de la liga por la pierna, no miren hacia al exterior. Evidentemente no ha sido para tanto. Repitan la operación con la otra pierna. Recreense en el tobillo. Casi se les olvida que pueden estar observándolos. Es suficiente para empezar, un primer atisbo de desnudo ofrecido al viento.

Aquí tienen, por tanto, mis rodillas. Mis tobillos.

Yo no sabía que el camino de Madrid a Frankfurt pasaba por León, Galicia, Málaga con un parón en el abismo (y sus paisajes de mil ciudades). Yo no creía que hubiera caminos más propios que la línea recta. Yo ni soñaba con dejar de vivir en la tormenta entre calmas.

Tampoco sabía que la senda entre Valladolid y mi futuro no estaría en un probeta, que caminaría haciendo espirales por el metal de un cuaderno sevillano o shanghainés. Que se detendría delante de esta pantalla multicolor, de esta ciudad a la que tendré que aprenderle los grises.

No puedo asegurar nada de lo que va a venir mañana. Ni siquiera el color del que querrá amanecer mi pelo.

Aquí tendrán mis tobillos. Mis rodillas.

A veces tan vestidos como parece una reseña literaria. Otras tan desnudos como aparentan en verso. O viceversa.

viernes, 8 de abril de 2011

Planetary: El mundo es un lugar extraño, conservémoslo así


Editado por: DC comics, Planeta de Agostini en España.
Perteneciente al Universo Wildstorm.
Guión: Warren Ellis
Dibujo: John Cassaday

Sólo dos tomos, editados entre 1999 y 2004, conforman la serie Planetary, guionizada por completo por Warren Ellis, autor de algunos de los cómics más destacados de los últimos tiempos como pueden ser Transmetropolitan, el primer tomo de The Authority o Global Frequency. Pero no hacen falta más páginas para introducirnos en el mundo de estos "arqueólogos de lo imposible" que son Jakita Wagner, The Drummer (nombre propio "The", apellido "Drummer") y su nuevo y tercer colega Elijah Snow. Porque Planetary siempre son tres para hacer el trabajo de campo, su gente dispersa por las oficinas en el mundo, que en realidad piensan que nunca pasa nada, y el misterioso "Cuarto hombre", que da las órdenes, que pone el dinero, pero que no aparece por allí.

Dice Whedon que está obsesionado con Planetary. Ya somos dos. Terminas el primer tomo y dices "Joder, necesito más". Y es que engancha. Engancha como puede enganchar lo mejor de Moore. Y a mí Moore me obsesiona. Te pasas medio libro observando de reojo a Elijah, queriendo collejear a The Drummer, adorando a Jakita que es y está como un tren. Y de repente la nieve lo empieza a inundar todo, a hacer suya cada una de las páginas siguientes. Y no sólo te obsesiona Planetary. Te obsesiona él. Te obsesiona Snow.

El final del primer tomo de Planetary nos dejó enganchados, esperando más, pidiendo saber que pasa después de conocer la revelación que nos pone los dientes largos (y un poco la boca abierta) antes de dejarnos colgados con el cierre de su tapa final.

Agradezco haberlo pillado ahora y no haber tenido que esperar número a número, mes a mes para engullir, devorar, tragar sin descanso el guión de Ellis pero con tiempo para saborear cada ilustración, cada uso distinto del color de Cassaday. Los tonos antiguos de la maravillosa reunión Snow-Holmes, los rojos ardientes que rodean a la presencia de Anna Hark. Los secundarios apasionantes, los Cuatro malvados, las historias pasadas de Wagner y Drums.

Pero de nuevo otra vez Snow. Que maneja nuestra temperatura a la inversa, porque no puede dejarte frío. Se come a cualquiera con quien comparta viñeta, número, tomo. Porque es un hijo del siglo. Porque es impenetrable, carismático, pero capaz de sacrificarlo todo por la gente que ama. Aunque jamás dirá que la ama, claro. Porque Elijah te obsesiona, te transfiere sus obsesiones, sabes que su misión es tu misión, es LA misión.

Y cuando menos te gustaría hacerlo tienes que despedirte. Con el buen sabor de boca de una historia completa que nadie estropeará nunca por vender más. Con la amargura de saber que no sabrás cual es el siguiente paso que darán para conservar este mundo extraño, pero a la vez permitir mejorarlo.